Era una calida mañana de (hoy) cuando mi señora madre comenzó a realizar para el mediodía asado al horno. No sabemos aun el motivo, pero a la hora comenzó a salir humo de allí dentro. Mientras nos preguntábamos y cuestionábamos acerca de eso (grasa que se cayó al fuego, o se prendieron fuego los fósforos que caen cuando se prende el horno), el humo seguía saliendo tranquilamente y se acumulaba en el techo, formando un lindo colchón aéreo de humo que decoraba la cocina/comedor.
En un intento de espantar al humo, mi señora madre encendió un ventilador de pie, junto con el de techo, a esto sumémosle que abrió todas las ventanas de la casa.
Resultado: El ventilador de techo hizo que el colchón de humo baje y llegue hasta el suelo, donde el ventilador de pie lo empujaba hacia la ventana, pero el problema era que la fuerza del viento que entraba por la ventana era mayor que la fuerza con la que llegaba el humo empujado por el ventilador de pie, con lo que el humo bajo de su apacible colchón para dispersarse por toda la cocina/comedor.
El humo me hizo recordar a Londres por aquellas épocas, donde la neblina estaba por todos lados y era imposible ver algo, también había algo similar entre aquella mítica neblina y este actual humo, ambos eran producto del hombre y no de la naturaleza. Todos nos encontrábamos con los ojos llorosos y moqueando un poco, parecía una de esas comidas emotivas donde todos lloran por algún motivo.
Ahora el humo se fue, pero huelo mi ropa y huelo el humo, se que por lo general apesto, pero ahora hay que sumarle olor a humo.
*Corre a sacarse el olor a humo
Curioso relato 🙂